28 de septiembre de 2015
Suena el despertador a las cuatro de la mañana. Como prefiero
verlo a que me lo cuenten me levanto para observar el "eclipse
total de luna", o deberíamos decir
"de superluna", pues da la casualidad de que hoy está en
fase llena y precisamente se encuentra en su punto más cercano a la Tierra.
Disparo una
instantánea cada cinco minutos. No tengo ni el objetivo apropiado ni la cámara
idónea para fotografía nocturna, pero que más da, al menos tendré un recuerdo
personal.
Y mientras
observo el firmamento en la quietud de la noche pienso en el Universo, tan desconocido, y en la
conjunción de fuerzas que mantienen a la Luna
girando sobre sí misma, y alrededor de la Tierra,
y al mismo tiempo alrededor del Sol
mientras nos desplazamos con nuestra Galaxia en un Cosmos casi infinito en
expansión. Un vertiginoso equilibrio de fuerzas centrífugas y gravitacionales
que podría antojarse precario aplicado a tan descomunales masas...¡y funciona!
Y mientras Selene adquiere la tonalidad rojiza me “teletransporto” a su superficie, e
intento imaginar el eclipse desde su punto de vista. Sin duda debe de ser un
espectáculo grandioso, nuestro planeta azul rodeado de una aureola flamígera.
Y pienso en
nuestros antepasados, lanzando sus preguntas existenciales sobre la bóveda
celestial. Pero el sonido de un autillo me devuelve a la realidad, a nuestro
alienado mundo donde vagamos mirando al suelo, cegados por las luces de neón.
Ya nadie observa el firmamento.
Y estas son las fotos, a intérvalos de 10 minutos.
A quien madruga....
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